martes, 1 de junio de 2010

EL HOMBRE MÁS SABIO


EL HOMBRE MÁS SABIO
Por Gabriel Coronado Estrada

El estrés – es decir, la tensión nerviosa- ha sido llamado el “mal de nuestro tiempo” . Todos hemos sido sus víctimas en algún momento. Es tan poderoso que nos causa o nos agrava enfermedades de todo tipo: desde alergias y gripes hasta cánceres y úlceras.

Mucho se ha investigado en torno a las causas y –sobre todo- remedios para este mal. Poco a poco, científicos de muchas disciplinas han llegado a conclusiones muy certeras después de mucho buscar. Entre ellas, la más repetida y efectiva, nos dicen es la de tomar las cosas como vienen. No preocuparse demasiado por el futuro, concentrarse en la tarea del día, en lo que se puede cambiar, y tratar de llevarse bien, tener paciencia con los demás. ¡Ah! Y no guardar rencores.

Es curioso. Todo eso ya lo había dicho un hombre sabio hace nada menos que dos mil años:

“No se preocupen de lo que habrán de comer o beber. Miren a las aves del cielo, que no siembran , ni cosechan, ni guardan en graneros y a las que el Padre Celestial alimenta ¿no son acaso ustedes mejores que ellas? No se preocupen de cómo han de vestir; miren a los lirios del campo. Yo les aseguro que ni Salomón en su gloria vistió con tal belleza. No les preocupe el mañana, que cada día trae su propio afán”. “Perdona a tus enemigos” “Sean humildes y mansos de corazón...”

¡Qué sabiduría! Y esto lo dijo un humilde carpintero en los polvosos parajes de medio oriente en tiempos remotos. Pero tiene que venir un grupo de científicos de Harvard, y de Yale a decírnoslo para que lo creamos...

Muchos andan buscando grandes ideas, oscuras filosofías, creencias tontas (como el Feng-Shui y los horóscopos) y hasta tratados de ciencia tratando de explicarse la vida o solucionar sus problemas. Lo gracioso es que muchas de estas personas –que están dispuestas a creer que el día en que nacieron o el tener un objeto de tal o cual color en la sala influye en sus vidas- tienden a desdeñar las palabras de Jesús de Nazareth. Otros lo hacen en nombre de la ciencia...hasta que llegan a concluir lo mismo que el hijo de Dios ya había dicho. Por ejemplo:

-Investigaciones modernas han llegado a la conclusión de que entre quienes creen en Dios y profesan su fe padecen menos depresiones, existe una mínima tasa de suicidios, se dan menos casos de alcoholismo y adicciones, se vive más tiempo, hay menos divorcios y casos de desintegración familiar e incluso la tasa de recuperación del cáncer, cuando se da, es mucho mayor que entre quienes no creen .
Dijo Jesús: “Busquen las cosas de arriba”.

-Muchos observadores han documentado que los enfermos cuyos familiares y amigos o ellos mismos recurren a la oración, se recuperan más pronto o enfrentan mejor las enfermedades. Esto tiene muy impresionados a los científicos.

Cristo dijo, entre otras cosas: “Ve, tu fe te ha salvado”.

-Los expertos en Inteligencia Emocional recomiendan el autocontrol, es decir, saber detenerse y disciplinarse, como herramienta para tener mayor estabilidad emocional. Evitar las discusiones, tratar de ser pacientes, etc. Jesús lo dijo: “Niéguense a si mismos” “Ama a tu prójimo como a ti mismo” y “Aprendan de mi, que soy manso y humilde de corazón”.

-Después de la “revolución sexual” que promueve las relaciones extra-maritales, el aborto, el divorcio y la unión libre , sociólogos y psicólogos sociales se han dado cuenta de que la degradación moral que esto trajo aparejado ha influido en la pérdida de valores y finalmente en crisis sociales en las que es muy difícil lograr la unidad de un país, el respeto a las leyes más básicas y el control de la violencia. Entre las más recientes recomendaciones que se han hecho para solucionar los problemas sociales, se incluyen promover la unión de la familia como núcleo de la sociedad y enseñar valores en las escuelas. Se ha reconocido el papel fundamental del cristianismo en las sociedades occidentales.

Creo que nos convendría a todos, científicos y público en general, ser un poco más sensatos y humildes y revisar el Nuevo Testamento de cuando en cuando. Ganaríamos tiempo y esfuerzo.

A veces, cuando me entero de los novedosos descubrimientos como los que describí, me gusta imaginarme al Maestro sonriendo amorosa y pacientemente mientras mueve su cabeza diciéndonos: “¡Si yo ya se los había dicho...!”

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